La traducción automática puede resultar muy útil en determinadas circunstancias como, por ejemplo, para sacarnos de un apuro en el extranjero. No obstante, si lo que queremos traducir es realmente importante para nosotros (ya sea a nivel personal o laboral) siempre debemos dejar esto en manos de un profesional. Del mismo modo que no dejaríamos que cuando estamos enfermos nos diagnosticase o nos operase una máquina en vez de un profesional de la salud, tampoco debemos dejar en manos de una máquina la responsabilidad de trasladar el significado de un texto de un idioma a otro sin la supervisión de un humano.
Una traducción va más allá de una mera equivalencia de palabras, ya que está en juego la cultura en la que se inscribe el texto, la función que va a ejercer, quién leerá ese documento y muchos aspectos más que una máquina no es capaz de considerar.